jueves, 18 de febrero de 2010

Diga 33

Ayer tuvimos la revisión ocular de Marta. Iba un poco asustada porque tenía la sensación de que al quitarle el parche y abrirle el ojo le iba a doler sobremanera. De hecho, hacia las 7:30 de la mañana me despertó (en realidad me despertó el gato y ella aprovechó) para decirme que le dolía un poco, así que le di un nolotil.

Pasó toda la noche recostada del lado bueno, alternando la dirección de los hombros para no cargarlos. Para tomarse la pastilla usamos una botella de agua con una pajita, pero recomendamos que cualquier persona en esta situación se haga con uno de esos botellines de ciclista. Seguro que les facilita la vida.

Al llegar a la consulta, el doctor estaba justo saliendo a tomarse un café, pero nos preguntó qué tal había pasado la noche (nos dijo que era muy normal que apareciera dolor, dado que la cirujía ocular era bastante agresiva) y nos invitó a que pasáramos a la consulta para que fueran haciéndole el historial.

Fue graciosa la reacción de la gente con la que nos cruzábamos (enfermeras incluidas), ya que todo el trayecto fuimos muy poco a poco y Marta con la cabeza muy baja. Le preguntaban si es que se había mareado o algo. Nosotros no dejábamos de repetir que era por una operación reciente, e incluso alguna ayudante nos dijo que le parecía rara la postura. Como recordaréis del post anterior, a nosotros también, de forma que aprovecharíamos para preguntar.

Durante la espera conocimos a una simpática abuelita que nos contó que ella tuvo un desprendimiento también. Hace cuarenta años, cuando ella tenía 44. Sonreí internamente pensando en si por aquél entonces operarían con agujas de ganchillo. Pero el hecho de que no hubiera vuelto a tener ningún otro problema nos dio esperanzas (de hecho, sólo estaba allí por una revisión rutinaria).

El doctor volvió y nos hizo pasar a su consulta. A mitad de pasillo, le indicó a su ayudante que le quitara el esparadrapo. Lo hizo (el ojo estaba muchísimo menos hinchado de lo que había esperado, me he dado golpes más serios) y le aplicó una especie de gel o ungüento a su párpado superior. Le preguntó si estaba nerviosa, dado que su ojo no dejaba de temblar. Realmente estaba acojonada.

Al ver que no le había dolido nada, se tranquilizó un poco, lo justo para volverse a poner nerviosa cuando el doctor la hizo sentarse delante de uno de esos cachivaches de inspección oftalmológica. "¿Tengo que ponerme ahí? No puedo abrir el ojo" se lamentó. El doctor le dijo que no se preocupara, que no le iba a doler nada, y la inspeccionó. Ella seguía asustada pero acabó diciendo que pensaba que iba a ser peor y que no había notado nada.

Mientras la revisaba, el doctor nos fue respondiendo a varias de las preguntas que llevábamos, como por ejemplo, que dado que la silicona flota en el líquido, la postura boca abajo o del lado bueno tenía sentido (al igual que con el gas), y que de hecho, revisándola en postura erguida (añadió que no tenía por qué estar SIEMPRE boca abajo, que podía incorporarse esporádicamente), nos comentó que, de hecho, la burbuja estaba presionando en la zona adecuada incluso estando erguida, así que sumamos a la lista de opciones el estar incorporada.

Además de esto, comentó que podía ver televisión o usar el ordenador sin problemas, y que en cualquier caso, el periodo de cicatrización máxima del láser (200%) se produce a las 48 horas siguientes a la operación, y que él solía recomendar hasta una semana de reposo absoluto para asegurarse. Una semana... y nosotros pensando en estar mes y medio boca abajo. Vaya alivio.

Le preguntamos acerca de las probabilidades de la operación; nos dijo que estaba harto de salir eufórico de las operaciones y de asistir a postoperatorios espléndidos, y aún así que al paciente se le volviera a desprender la retina. Nos dijo que cuando pasara el postoperatorio hiciera vida normal, ya que ni él ni Marta tenían ya nada que se pudiera hacer para prevenir una recaída. Cuando le pregunté si existía alguna ventaja por ser joven, dijo que al contrario: cuanto más joven, peor. Presumimos que quizá tuviera que ver con un nivel de actividad mayor, así que por si las moscas, Marta se estará muy quietecita durante los próximos 120 años.

Le recetaron tres gotas distintas que echarse (dos de ellas cada 3 horas, Oftalar y Tobradex, y la otra cada 8 horas, Colircusí Ciclopléjico-siempre empiezo a cantar Funiculí cuando oigo esa palabra-). Se las aplico estando ella tumbada ligeramente hacia arriba; ella se sujeta el párpado superior con una gasa, se baja el inferior con un dedo sobre la mejilla, y a través del párpado legañoso se las dejo caer. Un truquito para dejar de "saborearlas" es tapar el lacrimal tras la aplicación (siempre sin forzar el cerrado del ojo para que no escurra, y manteniendo el ojo cerrado unos segundos).

Por la tarde se tomó un nolotil más, y el resto del día transcurrió sin más complicaciones.

Todo el día de hoy ha sido también muy tranquilo: se nota el lado izquierdo un poco más hinchado (ella dice que parece Mike Tyson después de que lo arrolle un autobús), pero está de buen humor y no le ha dolido nada en todo el día.

La tengo ahora mismo al lado y me pide que añada que si alguien tiene miedo del dolor, los nolotiles funcionan estupendamente.

4 comentarios:

  1. vamos vamos.... que esto mejora! y que no pare.... :)

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  2. Este Mars, como lo vive XD
    Que buén cuidador te has buscao Martita.

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  3. Nada, nada, ¿qué es eso de estarse quietecita tanto tiempo? En cuanto pueda, a hacer vida normal, que no es plan de cambiar de vida por esa "tontería" :)

    Me alegro de que todo vaya bien, dentro de nada podrá volver a boxear... ¡Pero cuidado con los autobuses, Mike! xD

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  4. Gracias, majos. Esto parece que irá para largo, pero de momento es llevadero. Que siga así. :)

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