Mañana hará un año que se desgarró mi retina, y dentro de dos semanas hará un año que se me terminó de desprender. No ha pasado rápido, pero tampoco ha pasado lento; ha pasado, sin más. Y seis meses después de la última operación, mi ojo izquierdo sigue sin ver nada, pero al menos la retina sigue en su sitio. No es que me sirva de mucho en este momento, pero confío en que en un futuro no muy lejano pueda volver a utilizar mi ojo y pueda volver a conducir, ver pelis en 3D y esas cosas que antes me parecían tan normales.
El lunes de la semana pasada tuve una revisión. El doctor Peris había vuelto y me alegré, porque aunque sigue con sus malos augurios, me informa muy bien de cómo funciona todo el tema del desprendimiento. Incluso me advirtió: "si un día tienes que ir a urgencias, ven aquí, no vaya a ser que te atienda alguien que no tenga ni idea de desprendimientos...".
Me miró la tensión ocular y está correcta, aunque sigo poniendo una gota de Timoftol por las mañanas y otra por las noches, para ayudarme a regularla. Luego miró mi retina y lo dicho, sigue en su sitio, sin novedad. La actitud del doctor me dio a entender que esto es pura casualidad. El hombre se espera que en cualquier momento se vuelva a caer. "Odio los desprendimientos gigantes", me dijo con una sonrisa de resignación.
Pues anda que yo... :) (Léase con otra sonrisa de resignación).
Le pregunté si con el tiempo la retina se fortalecía y dejaba de ser tan frágil como después de operarme, a lo que me contestó que mi retina siempre será muy frágil. Que procure no correr si puedo andar, que no me tire (de por vida) de cabeza a la piscina (lo cual no me trastorna lo más mínimo desde que una vez que estaba aprendiendo me di contra el suelo de la piscina y no lo volví a intentar), que no me dedique al motocross si puedo usar un triciclo... Total, calma y buena letra es lo que hace falta, así que... En eso estamos. Total, que haber elegido una profesión de estar delante de un ordenador no ha sido, al final, tan mala idea.
Luego me graduaron la vista. Me pusieron de nuevo 13 dioptrías y no veía más que borrones. Entonces me pusieron una lente que me permitía ver sólo por un agujerito central. Y entonces distinguí algo. La E, que estaba hacia la derecha. Un poco más pequeña y caramba, qué difícil era que se estuviera quieta para poder distinguirla bien, pero sí, llegué a verla. Y un par más, más pequeñas. Pero me costaba un triunfo distinguir incluso las más grandes. Lo veo todo muy acuoso y difuso. Al terminar, el doctor parecía feliz: "Tienes un 40 % de visión, respecto al 15% que tenías la última vez que viniste. Yo ya firmaba con eso".
Hombre, yo no. Si puede mejorar un poco más, qué más le da... Venga, va, por lo menos el 50. O puestos a pedir, el 70. Voy a tener que entrenar el ojo para que se espabile y dé un poquito más de sí. Ahora, como no lo uso, el pobre está con el vago subido y no da ni golpe, pero seguro que si le doy un poquito de trabajo...
La pupila, por cierto, sigue dilatada como en la última foto que os puse, y es posible que ya nunca vuelva a su estado natural. Total, el resumen es que tengo el ojo hecho un Cristo, ¡pero podía ser peor! De momento, ni siquiera me han salido cataratas, aunque ya me han dicho que podrían producirse a una edad muy temprana debido a todo este jolgorio. El caso es que una operación de catarata conllevaría un gran riesgo para mi retina, por lo que me ha dicho el doctor. Hay quien se opera para cambiarse el cristalino por una lente por el gusto de no llevar gafas ni lentillas, pero a mí me lo ha desaconsejado totalmente. Me ha dicho que puedo usar lentillas, eso sí. El único riesgo que tengo con ellas es el de una infección, o sea, el mismo que cualquier otra persona que no tenga una buena higiene de la lente.
Sigo cruzando los dedos para que mi retina aguante, que es lo que cuenta. Y sobre todo, para que mi otro ojo soporte el temporal que se le ha venido encima.
Hala, feliz aniversario retiniano a todos. Próxima cita, el 11 de abril.
El lunes de la semana pasada tuve una revisión. El doctor Peris había vuelto y me alegré, porque aunque sigue con sus malos augurios, me informa muy bien de cómo funciona todo el tema del desprendimiento. Incluso me advirtió: "si un día tienes que ir a urgencias, ven aquí, no vaya a ser que te atienda alguien que no tenga ni idea de desprendimientos...".
Me miró la tensión ocular y está correcta, aunque sigo poniendo una gota de Timoftol por las mañanas y otra por las noches, para ayudarme a regularla. Luego miró mi retina y lo dicho, sigue en su sitio, sin novedad. La actitud del doctor me dio a entender que esto es pura casualidad. El hombre se espera que en cualquier momento se vuelva a caer. "Odio los desprendimientos gigantes", me dijo con una sonrisa de resignación.
Pues anda que yo... :) (Léase con otra sonrisa de resignación).
Le pregunté si con el tiempo la retina se fortalecía y dejaba de ser tan frágil como después de operarme, a lo que me contestó que mi retina siempre será muy frágil. Que procure no correr si puedo andar, que no me tire (de por vida) de cabeza a la piscina (lo cual no me trastorna lo más mínimo desde que una vez que estaba aprendiendo me di contra el suelo de la piscina y no lo volví a intentar), que no me dedique al motocross si puedo usar un triciclo... Total, calma y buena letra es lo que hace falta, así que... En eso estamos. Total, que haber elegido una profesión de estar delante de un ordenador no ha sido, al final, tan mala idea.
Luego me graduaron la vista. Me pusieron de nuevo 13 dioptrías y no veía más que borrones. Entonces me pusieron una lente que me permitía ver sólo por un agujerito central. Y entonces distinguí algo. La E, que estaba hacia la derecha. Un poco más pequeña y caramba, qué difícil era que se estuviera quieta para poder distinguirla bien, pero sí, llegué a verla. Y un par más, más pequeñas. Pero me costaba un triunfo distinguir incluso las más grandes. Lo veo todo muy acuoso y difuso. Al terminar, el doctor parecía feliz: "Tienes un 40 % de visión, respecto al 15% que tenías la última vez que viniste. Yo ya firmaba con eso".
Hombre, yo no. Si puede mejorar un poco más, qué más le da... Venga, va, por lo menos el 50. O puestos a pedir, el 70. Voy a tener que entrenar el ojo para que se espabile y dé un poquito más de sí. Ahora, como no lo uso, el pobre está con el vago subido y no da ni golpe, pero seguro que si le doy un poquito de trabajo...
La pupila, por cierto, sigue dilatada como en la última foto que os puse, y es posible que ya nunca vuelva a su estado natural. Total, el resumen es que tengo el ojo hecho un Cristo, ¡pero podía ser peor! De momento, ni siquiera me han salido cataratas, aunque ya me han dicho que podrían producirse a una edad muy temprana debido a todo este jolgorio. El caso es que una operación de catarata conllevaría un gran riesgo para mi retina, por lo que me ha dicho el doctor. Hay quien se opera para cambiarse el cristalino por una lente por el gusto de no llevar gafas ni lentillas, pero a mí me lo ha desaconsejado totalmente. Me ha dicho que puedo usar lentillas, eso sí. El único riesgo que tengo con ellas es el de una infección, o sea, el mismo que cualquier otra persona que no tenga una buena higiene de la lente.
Sigo cruzando los dedos para que mi retina aguante, que es lo que cuenta. Y sobre todo, para que mi otro ojo soporte el temporal que se le ha venido encima.
Hala, feliz aniversario retiniano a todos. Próxima cita, el 11 de abril.