martes, 23 de febrero de 2010

Segunda revisión

Ayer, 22 de febrero, seis días después de la operación, tuve la segunda revisión y aprovechamos para acribillar al oftalmólogo a preguntas, así que os cuento un poco lo que nos dijo.

Lo primero, decir que de momento todo va bien y que los puntos aún no se han disuelto del todo. Ni sé qué puntos (yo creí que sólo había usado láser), ni sé qué material es el que ha de disolverse, pero vamos, que va bien y yo no noto apenas nada. Si muevo el ojo hacia los extremos sí que noto alguna pequeña molestia, nada reseñable.

Ahora mismo, dentro del ojo tengo una burbuja de aceite de silicona bastante grande, que me deja una "media luna" libre en la parte inferior cuando estoy incorporada. El aceite de silicona flota en el líquido, así que presiona hacia arriba, pegando la retina al globo ocular. El doctor también habló en cierto momento de cerclajes, así que es probable que también me los hayan puesto para presionar el globo ocular hacia la retina, lo preguntaré el lunes que viene, que tendré una nueva revisión.

La visión con el aceite de silicona se mantendrá borrosa, aunque se distinguen los objetos y la luz entra a raudales en el ojo, supongo que también porque la pupila sigue dilatada. La silicona, más densa que el gas, fue lo único que pensaron que funcionaría para un desprendimiento tan grande como el mío. En muchos casos la aplican tras la tercera o cuarta operación. En mi caso, fue la opción por defecto.

La ventaja del gas es que se va disipando solo de forma natural. El aceite de silicona lo tienen que sacar. La operación se realizará dentro de cuatro o seis meses, cuando ya se considere que la retina se ha ido soldando bien. Durará unos tres cuartos de hora (utilizarán, imagino, anestesia local, dado que es un tiempo breve) y la operación consistirá básicamente en sustituir el aceite de silicona por gas. Así que mira por dónde: no sólo no me libro de ese mes que hay que pasar boca abajo sin moverse, sino que encima me va a tocar en pleno verano, con todo el calor de la costa este haciéndome sudar la gota gorda. La perspectiva no es agradable, vive Dios. Pero habrá que hacer de tripas corazón, porque ese parece ser el peor de los males.

Y es que esa operación de extracción del aceite de silicona entraña el riesgo principal de que la retina se desprenda de nuevo. Una pequeña "tienda de campaña" que se forme, y ya se jorobó: se colará el líquido dentro, se desprenderá la retina de nuevo, y vuelta a empezar todo el proceso y más pérdida de visión en el ojo. Por desgracia, cuanto más grande es el desprendimiento más probabilidades hay de que esto suceda, y da la triste casualidad de que el mío es gigante, así que tengo muchas papeletas para que me toque la rifa. De todas formas, haré lo que pueda para evitarlo, aunque es bien poco.

También tengo un alto riesgo de desarrollar una catarata, aunque el doctor no parecía preocupado por eso: una catarata se opera en quince minutos. Te quitan el cristalino, te implantan una lente nueva y a vivir. En esto hay tres posibilidades:

- Que la lente que me implanten me corrija la miopía de ese ojo y el derecho se quede como está, usando lentilla.
- Que la lente no me corrija la miopía y siga teniendo que usar lentilla, cosa que le parecía una tontería al doctor.
- Que la lente me corrija la miopía y me operen el otro ojo también para corregirme la miopía, cosa que no me hace ninguna gracia a mí, porque para un ojo que tengo medio sano me da escalofríos que me lo toquen.

Cabe aclarar que, aunque me corrijan la miopía, el ojo seguirá siendo miope (está deformado) y el desprendimiento me restará visión. Las palabras del doctor fueron: "me quedaré contento si recuperas un 50% de visión en ese ojo".

En fin, que las perspectivas no son muy buenas, así que me centraré en el presente y en que, de momento, todo va bien. Ya haré frente a cada situación según se presente.

Mi mayor miedo es que le suceda lo mismo al otro ojo. Habrá que esperar lo mejor.

Primera semana

¡Hola de nuevo! Ha pasado una semana desde la operación, os contaré un poco cómo ha ido.

Como os contó Emilio, de la operación en sí no me enteré de nada, fue una gozada. Ni siquiera recuerdo haber sentido sopor antes de dormirme. Recuerdo haber estado mirando las luces del techo y, de pronto, las voces llamándome para despertarme. Me costó unos segundos darme cuenta de dónde estaba, y lo primero que hice fue llevar la mano a la zona del ojo con cuidado, para ver si lo tenía ya cubierto. Cuando mis dedos tocaron la venda que me cubría el ojo comprendí que la operación ya se había realizado y que estaba en la "sala de despertar". En cuanto me desperté apenas un poco más, ya me cambiaron de camilla y me llevaron a la habitación. Recuerdo la sensación agradable de que te lleven en camilla y el leve miedo a que tropezasen contra alguna esquina y mi ojo saliera disparado de mi cara. Por suerte, nada de esto sucedió. :)

Aclarar que a mí no me cortaron las pestañas para la operación ni se me clavaron en el ojo ni nada de eso, aunque los párpados sí los tenía hinchados.

Los dos primeros días, sobre todo el de la revisión que os contó Emilio, fueron los peores, porque el ojo estaba incómodo y un poco dolorido (no mucho). Los Nolotiles van muy bien en este caso, me quitaron todas las molestias. La garganta también la tenía dolorida debido a la operación, probablemente se había quedado demasiado reseca, y eso que había cometido el error de beber un sorbito de agua la mañana de la operación, aun cuando debía ir en ayunas. Ignoraba que el agua sí rompe el ayuno obligatorio. Ahora ya lo sé, después de casi ganarme una bronca de la enfermera hasta que le aseguré que había sido un sorbito minúsculo y se relajó.

La buena noticia fue que me dejaban estar tumbada del lado derecho, lo cual facilitaba mucho el dormir. Al día siguiente, como os dijo Emilio, me dijeron que también podía estar incorporada, que la silicona cubría el desprendimiento igualmente. Y boca abajo, claro, la postura por excelencia sobre la que tanto he leído en otros testimonios. Esta variedad de posibilidades me permite leer cómodamente, ver la tele, estar al ordenador y muchas otras actividades tranquilas.

Las molestias en el ojo se fueron al tercer día, y la hinchazón se fue suavizando hasta desaparecer prácticamente por completo el lunes siguiente al martes de la operación. No obstante, el ojo sigue lloroso, y justamente por eso y a pesar de que lo destaparon el miércoles pasado, lo he tenido cubierto con una gasa bajo las gafas. El oftalmólogo opinó que era mejor dejarlo al aire, así que ya no tengo la gasa, aunque tengo el ojo cerrado igualmente la mayor parte del tiempo. No sólo llora, sino que mi visión por él, pese a que veo el campo visual completo, es acuosa y borrosa y me dificulta cualquier actividad. Ahora estoy escribiendo esto utilizando exclusivamente mi ojo derecho que, curiosamente, siempre ha sido "mi ojo malo" y, sin embargo, se está portando ahora como un campeón. Y que dure.

Por lo demás, la semana tras la operación ha ido bien. He tenido a mi madre y a Emilio y sus padres echándome un cable para evitar moverme demasiado, y ahora ya puedo más o menos hacer vida normal, procurando moverme siempre despacio, no coger demasiado peso y no agacharme muy a menudo. Esto ni siquiera me lo ha dicho el doctor, lo evito más que nada por lo que he leído por ahí.

Y bueno, ahora a esperar.

jueves, 18 de febrero de 2010

Diga 33

Ayer tuvimos la revisión ocular de Marta. Iba un poco asustada porque tenía la sensación de que al quitarle el parche y abrirle el ojo le iba a doler sobremanera. De hecho, hacia las 7:30 de la mañana me despertó (en realidad me despertó el gato y ella aprovechó) para decirme que le dolía un poco, así que le di un nolotil.

Pasó toda la noche recostada del lado bueno, alternando la dirección de los hombros para no cargarlos. Para tomarse la pastilla usamos una botella de agua con una pajita, pero recomendamos que cualquier persona en esta situación se haga con uno de esos botellines de ciclista. Seguro que les facilita la vida.

Al llegar a la consulta, el doctor estaba justo saliendo a tomarse un café, pero nos preguntó qué tal había pasado la noche (nos dijo que era muy normal que apareciera dolor, dado que la cirujía ocular era bastante agresiva) y nos invitó a que pasáramos a la consulta para que fueran haciéndole el historial.

Fue graciosa la reacción de la gente con la que nos cruzábamos (enfermeras incluidas), ya que todo el trayecto fuimos muy poco a poco y Marta con la cabeza muy baja. Le preguntaban si es que se había mareado o algo. Nosotros no dejábamos de repetir que era por una operación reciente, e incluso alguna ayudante nos dijo que le parecía rara la postura. Como recordaréis del post anterior, a nosotros también, de forma que aprovecharíamos para preguntar.

Durante la espera conocimos a una simpática abuelita que nos contó que ella tuvo un desprendimiento también. Hace cuarenta años, cuando ella tenía 44. Sonreí internamente pensando en si por aquél entonces operarían con agujas de ganchillo. Pero el hecho de que no hubiera vuelto a tener ningún otro problema nos dio esperanzas (de hecho, sólo estaba allí por una revisión rutinaria).

El doctor volvió y nos hizo pasar a su consulta. A mitad de pasillo, le indicó a su ayudante que le quitara el esparadrapo. Lo hizo (el ojo estaba muchísimo menos hinchado de lo que había esperado, me he dado golpes más serios) y le aplicó una especie de gel o ungüento a su párpado superior. Le preguntó si estaba nerviosa, dado que su ojo no dejaba de temblar. Realmente estaba acojonada.

Al ver que no le había dolido nada, se tranquilizó un poco, lo justo para volverse a poner nerviosa cuando el doctor la hizo sentarse delante de uno de esos cachivaches de inspección oftalmológica. "¿Tengo que ponerme ahí? No puedo abrir el ojo" se lamentó. El doctor le dijo que no se preocupara, que no le iba a doler nada, y la inspeccionó. Ella seguía asustada pero acabó diciendo que pensaba que iba a ser peor y que no había notado nada.

Mientras la revisaba, el doctor nos fue respondiendo a varias de las preguntas que llevábamos, como por ejemplo, que dado que la silicona flota en el líquido, la postura boca abajo o del lado bueno tenía sentido (al igual que con el gas), y que de hecho, revisándola en postura erguida (añadió que no tenía por qué estar SIEMPRE boca abajo, que podía incorporarse esporádicamente), nos comentó que, de hecho, la burbuja estaba presionando en la zona adecuada incluso estando erguida, así que sumamos a la lista de opciones el estar incorporada.

Además de esto, comentó que podía ver televisión o usar el ordenador sin problemas, y que en cualquier caso, el periodo de cicatrización máxima del láser (200%) se produce a las 48 horas siguientes a la operación, y que él solía recomendar hasta una semana de reposo absoluto para asegurarse. Una semana... y nosotros pensando en estar mes y medio boca abajo. Vaya alivio.

Le preguntamos acerca de las probabilidades de la operación; nos dijo que estaba harto de salir eufórico de las operaciones y de asistir a postoperatorios espléndidos, y aún así que al paciente se le volviera a desprender la retina. Nos dijo que cuando pasara el postoperatorio hiciera vida normal, ya que ni él ni Marta tenían ya nada que se pudiera hacer para prevenir una recaída. Cuando le pregunté si existía alguna ventaja por ser joven, dijo que al contrario: cuanto más joven, peor. Presumimos que quizá tuviera que ver con un nivel de actividad mayor, así que por si las moscas, Marta se estará muy quietecita durante los próximos 120 años.

Le recetaron tres gotas distintas que echarse (dos de ellas cada 3 horas, Oftalar y Tobradex, y la otra cada 8 horas, Colircusí Ciclopléjico-siempre empiezo a cantar Funiculí cuando oigo esa palabra-). Se las aplico estando ella tumbada ligeramente hacia arriba; ella se sujeta el párpado superior con una gasa, se baja el inferior con un dedo sobre la mejilla, y a través del párpado legañoso se las dejo caer. Un truquito para dejar de "saborearlas" es tapar el lacrimal tras la aplicación (siempre sin forzar el cerrado del ojo para que no escurra, y manteniendo el ojo cerrado unos segundos).

Por la tarde se tomó un nolotil más, y el resto del día transcurrió sin más complicaciones.

Todo el día de hoy ha sido también muy tranquilo: se nota el lado izquierdo un poco más hinchado (ella dice que parece Mike Tyson después de que lo arrolle un autobús), pero está de buen humor y no le ha dolido nada en todo el día.

La tengo ahora mismo al lado y me pide que añada que si alguien tiene miedo del dolor, los nolotiles funcionan estupendamente.

martes, 16 de febrero de 2010

Día D, hora H, ojo O, retina R.

Marta me permitirá que le posea el blog en su nombre para contar cómo ha ido la operación. Bueno, en primer lugar presentarme: soy Emilio, el afortunado novio de la perla de la que esta historia ocupa. Cuando Marta esté en condiciones, imagino que querrá retocar el relato para añadir o modificar algún dato.

Anoche Marta se tomó el tranquilizante, pero no consiguió quitarle la inquietud, y nos costó un poco conciliar el sueño. A las seis y pico, cuando nos levantamos, seguía igual de intranquila. Fuimos a la consulta, llegando puntuales a las ocho. Allí nos atendieron enseguida llevándonos a un cuartito de dos camas, donde le pidieron que se quitara toda la ropa a excepción de las bragas, los calcetines y las zapatillas, y se pusiera una bata. Le colocaron una redecilla en el pelo y en las zapatillas (más adelante subiremos fotos del conjunto que causará furor en la próxima temporada), y le pusieron la vía en la mano, operación que apenas notó, y a la que conectaron un suero salino normal. Después le tocó el turno a las gotas de dilatación, tres gotas distintas a intervalos de 15 minutos. A las 9 a.m. la sentaron en una silla de ruedas y se la llevaron a quirófano.

Al llegar a quirófano la transladaron a la camilla y le comentaron que, dada la magnitud de la operación iba a durar bastante, y que si lo prefería podía elegir que la anestesiaran de forma general. Ella preguntó qué haría el doctor, y éste le sugirió que dado que es muy joven y no tendría ningún problema de los que suele presentar la general, la mejor opción sería ésta.

Así pues, tendida boca arriba en la camilla le pusieron una mascarilla de oxígeno y le pidieron que respirara profundamente. Luego tuvo la sensación de que le conectaron algo a la muñeca (la anestesia), y al "momento" la estaban llamando a lo lejos "¡Marta, Marta, despierta, despierta!".

Ya eran las 12 p.m., y el cirujano (el doctor Manuel Peris, que no sé si llegó a intervenir junto con el doctor Francisco Ramos, que era en principio quien creíamos que iba a operarla) me visitó en la habitación, donde me comentó con un semblante serio y una voz grave que, dada la magnitud de la operación, la habían sedado con anestesia general, le habían implantado las sujeciones de silicona (lo cual implicará una operación posterior para extraerlas, en la cual se corre el riesgo de que la retina se vaya detrás de la sujeción, con su redesprendimiento consecuente) y que, aunque había quedado contento con la operación, era fácil que la retina quedara arrugada y se volviera a desprender; me dijo que las probabilidades de redesprendimiento eran del 60% (esperé para mis adentros que todo lo que tenía de pesimista lo tuviera de mañoso y formemos parte del exitoso 40%). Añadió que debería permanecer el mayor tiempo posible boca abajo y que (gracias al Monstruoso Espaguetti Volador) también podría estar de lado, echada sobre el ojo bueno.

Me dijo que mañana 17 de febrero tendría que ir a su consulta en el ambulatorio de Castellón (a menos que surgiera alguna complicación y tuviera que quedar ingresada), donde le retirarían la gasa que le habían puesto en el ojo y nos explicarían el procedimiento de curas a partir de entonces. También le pedí un número telefónico para poder consultarle cualquier incidencia.

Creo que comentó algún detalle más que ahora mismo no recuerdo, pero por precaución usé la grabadora del móvil para no olvidar nada, de forma que cuando Marta revise la entrada dentro de unos días podrá añadir lo que haya dejado por poner.

Durante el tiempo de la charla pasaron a Marta a la camilla que tenía en la habitación. Sentía mucho frío (a causa de la anestesia general), y uno de los médicos le metió un tubo de aire caliente bajo las sábanas que agradeció encarecidamente. Si la operación terminaba hacia las 12, no llegó a la habitación hasta una hora después, ligeramente amodorrada y terriblemente sedienta y con algo de hambre. Y mucho frío: le tendí todo lo que llevaba de ropa de abrigo propia hasta que nos acercaron una manta extra.

Una de las enfermeras nos explicó que podíamos incorporar un poco el respaldo, que ayudaría a que se despejara antes, y que no podía tomar nada hasta las 14:30 o las 14:45. Resignación... También se fijó en que el suero que llevaba puesto no goteaba bien (quizá por pinzamiento de la goma que le llegaba a la vía). Tras reposicionarlo, se lo "acabó" en cinco minutos.

Sintió leves molestias en el ojo, en forma de punzadas esporádicas, similares a las que sentía un par de horas después de la sesión de láser del primer día, pero con todo, una sensación más leve que la de tener la lentilla sucia (y en todo caso, una sensación pasajera que le sobrevenía sobre todo cuando movía el ojo dentro del párpado). Decidió tener los ojos cerrados, tanto para descansarlos como para no mover el bueno demasiado (el malo le seguiría inconscientemente).

Estuvo ladeada hasta las 14:45, hora en la que la enfermera le preguntó si tenía sed o hambre, y Marta casi le hace la ola con la retina y todo. Dos zumos y una natilla después le ayudé a levantarse para ir al baño un par de veces, siempre mirando hacia el suelo, y finalmente la jefa de planta preguntó si estaba lista para darle el alta, le quitarón la vía y los electrodos (que había tenido desenchufados todo el tiempo), le ayudé a vestirse con cuidado, y nos ayudaron a llevarla hasta la entrada en silla de ruedas.

La jefa de planta nos comentó que no nos preocupáramos por el trayecto en coche, que si antes o durante la operación se viera que la situación era mucho más delicada se habría optado por una cirugía con ingreso, lo cual no era el caso.

Junto a nosotros estuvo toda la mañana una pareja de cincuenta y pocos en la que ella venía por quinta vez a una operación de este estilo (de hecho, su operación era de cataratas provocadas por la operación de desprendimiento de retina anterior). Ella tenía otros problemas de salud que le habían provocado una infección generalizada y, como extra, una inflamación del nervio óptico con el subsiguiente desgarro. Un mes después de cicatrizarle el desgarro con láser, le sobrevino el desprendimiento (¿os suena la historia?). La primera operación fue del estilo de burbuja de gas, y me confesó que se sintió incapaz de llevar el postoperatorio a rajatabla, así que no llegó a estar boca abajo más que un breve rato el primer día.

Recibió el alta de esa operación unos tres meses después, y prácticamente a la semana le sobrevino un segundo desprendimiento en el mismo ojo. De vuelta a quirófano, de vuelta a otro tipo de burbuja de gas. Otro trimestre, y otro desprendimiento, en el que finalmente optaron por la silicona. Para entonces, había perdido muchísima visión (un 97%) y ni siquiera tenían previsto retirarle la silicona, por miedo a que perdiera lo poco que le quedaba. Le dejaron la esperanza de que algún tratamiento con nuevas terapias (células madre o lo que fuera) le pudiera devolver la retina a su sitio.

Por si no fuera poco, tuvo otro desprendimiento (sin desgarro esta vez) en el ojo que le quedaba, en el que esta vez la fijación parecía haber funcionado mejor, pese a que hacia los seis meses le apareció la catarata que venía a operarse esta vez.

Imagino que vería mi cara de angustia mientras me contaba todo esto, ya que puntualizó rápidamente que ella tenía bastantes problemas de salud secundarios, y que conocía algún caso en el que, tras la sujeción con silicona (que dijo que se suponía que era la que más garantía de fijación tenía, a pesar de sus desventajas al retirarla), el individuo en cuestión no había vuelto a tener problema alguno de este estilo.

A las 17:00 aproximadamente salimos del hospital, deseando que el postoperatorio sea lo menos aparatoso posible (el mero hecho de poder estar lateralmente supone un alivio enorme) y estudiando la posibilidad de adquirir una silla multifunción de terapia (como las usadas en masajes) de una tienda de Valencia, si esta parte posicional del postoperatorio se alargara más de un par de semanas. Su precio es de unos 190€ portes incluidos, así que es posible que merezca mucho la pena.

Ahora mismo está echada de lado en la cama, escuchando la radio, relajada y de bastante buen humor, pese a alguna punzada algo más fuerte que ha notado, ante la cual le daré un nolotil (obtenidos en el propio hospital, al igual que algunas gasas para limpiar algunas lágrimas con algo de sangre, normales en estos casos) en prevención de otros similares que puedan fastidiarle la noche. Toda la familia nos está echando un cable, así que por ese lado estamos más tranquilos. Sólo nos queda esperar a ver qué tal sale la próxima tirada de dados.

Mañana preguntaremos todo lo preguntable en la revisión (por ejemplo, la duración aproximada de la obligación de mantener la postura o por qué con la silicona también hay que estar o boca abajo o del lado contrario al del desgarro, suena antiintuitivo; con la burbuja de gas tenía su sentido).

lunes, 15 de febrero de 2010

El desprendimiento

El jueves 11 empecé a notar una mosquita negra, tal que así:


No me di cuenta de que era nueva, la verdad. Si lo hubiera hecho, habría acudido a urgencias de inmediato. Pero había sido tanto el polvo y suciedad que había tenido en la mirada, que pensé que era un resto de ellos en el que no había reparado antes.

Luego vi dos.

Y de pronto, de un momento para otro, me encontré viendo esto:


Eran las doce de la noche y ya me iba a acostar. Lo hice de todos modos y al día siguiente a las ocho y pico de la mañana me presenté en urgencias de nuevo. Me miraron con cara rara: "a esta chica, ¿no la diste de alta la semana pasada?". Y me miraron pidiendo explicación. Enseguida pusieron cara de preocupación cuando hablé de una mancha negra con pérdida de campo visual. Me echaron gotas para dilatar la pupila y me miraron con una lupa estampada en una especie de visera. "Mira a la derecha, mira a la izquierda"...

- Uf, ¡míralo! -exclamó la chica que me examinaba-. ¡Es enorme!

Allá vino mi oftalmólogo a mirar también. Por lo visto, tengo un desprendimiento gigante, poco habitual y difícil de reparar a la primera. Vinieron varios a verlo y me hicieron fotos por lo raro que era, y me dieron una cuando se la pedí para conservarla. Ya la pondré por aquí cuando la digitalice.

Me citaron para una operación urgente en quirófano. Me opero mañana, martes 16 de febrero.

Me lo han pintado muy negro. Me han dicho que, con un desgarro tan grande y aunque la retina siempre pega en la operación, es muy fácil que queden arrugas que no sólo me impedirán ver bien, sino que facilitarán futuros desprendimientos cuando el líquido del vítreo se cuele entre las arrugas. Básicamente me han dicho que esta será la primera operación de muchas. Me dejaron hecha polvo, la verdad, y me miraban todos con preocupación, lo cual no me confortaba. Cuando llegaba un nuevo oftalmólogo y miraba la foto digitalizada en pantalla, movía la cabeza negativamente con expresión grave, como diciendo: "chungo, chungo".

Me "recetaron" reposo absoluto. Me ofrecieron ingresar, pero preferí irme a casa a cambio de respetar el reposo. Me dijeron que podía leer y ver la tele (o el ordenador), pero manteniéndome siempre con la cabeza inclinada a la izquierda o boca arriba. Ahora mismo estoy en el sofá, reclinada, con la cabeza inclinada hacia mi izquierda. Creo haber guardado el reposo bastante bien, por la cuenta que me trae. Tengo la suerte de tener a Emilio, que me cuida muchísimo, y a sus padres, que también. Mi madre vendrá el miércoles a ayudarme también, porque el postoperatorio promete ser mucho peor: reposo absoluto durante mes y medio o dos meses, probablemente boca abajo, incluso para dormir (sí, la cabeza también) y totalmente inmóvil. Esto os lo confirmaré cuando pueda volver a escribir.

Esta noche me tomaré un tranquilizante que me han recetado para que vaya tranquila a la operación. En el blog de María (ver enlaces) he leído que la operación es totalmente indolora y no te enteras de nada. Con eso cuento.

Gracias a mi amigo Ramón tendré algunos audiolibros para pasar el tiempo durante la primera semana de postoperatorio. Me vendrán bien, necesitaré mucha paciencia.

Primer síntoma

Sin más, el día 27 de enero de 2010 empecé a frotarme el ojo porque se me estaba nublando. Me gustaría decir que tengo alguna pista de a qué se debió, algo especial que hubiera hecho. Pero no, había estado un rato al ordenador animando, y luego me fui a comer con unos ex-compañeros de trabajo. Y ahí empecé a notar la niebla.

Como a veces se me nublan los ojos durante un pequeño ratito por cualquier cosa (vista cansada, legañas, etc) lo dejé estar (error), pero cuando al día siguiente me levanté y descubrí que la niebla se estaba espesando, empecé a preocuparme muy en serio, y cuando Emilio vino de trabajar le pedí que me llevase a urgencias.

Os voy a poner una foto de ejemplo para explicaros en cada momento cómo voy viendo, según va evolucionando la cosa.


Partimos de que tengo una miopía de 6,5 dioptrías en lentilla (una más en gafas) en el ojo izquierdo, que fue el ojo afectado. Curiosamente, tengo una más en el ojo derecho, que siempre me ha dado más guerra. Vamos, que sin gafas veo así:



Pero cuando digo que lo vi nublado, con las lentillas puestas, me refiero a que mi visión era así:



Fui a urgencias aquí en La Vall d'Uixó. Creí que podría darme algún problema el tener la tarjeta de la Seguridad Social de la provincia de Asturias y que ni siquiera estoy empadronada aquí, pero afortunadamente no me dijeron nada. En cuanto me vio la doctora y le describí los síntomas, me mandó inmediatamente a urgencias al Hospital General, suponiendo que podría ser un problema de la retina.

Ya en urgencias en el hospital, lo primero que me dijeron en triaje es por qué no había ido antes. Había esperado un día y medio, tal vez demasiado. Luego el oftalmólogo me puso unas gotas para dilatar la pupila, me mandó a la sala de espera de nuevo y un rato después me volvió a llamar, cuando la pupila ya estaba dilatada.

Me dijo que no era la retina, que era una inflamación del nervio óptico. Esta inflamación es idiopática, es decir, sucede "porque sí" o por razones desconocidas. Dijo que la inflamación del nervio había provocado la liberación de muchas células, que era la porquería que yo veía hacia afuera. Ese mismo polvo espeso lo veía él hacia adentro y ni con la pupila dilatada era capaz de ver mi fondo de ojo. Me dio una pastilla de corticoides para bajar la inflamación , que era lo que urgía, y unas gotas, y me citó para el día siguiente a primera hora en consultas externas.

Al día siguiente me atendió otro doctor y al verme el fondo de ojo inmediatamente dijo que sí había desgarro. Por lo visto, al inflamarse el nervio tiró de la retina, que supongo que por mi miopía es más delicada de la cuenta, y la desgarró un poco. Estuvo mirando un poco y luego me puso un cristal pegado al ojo, un pelín molesto pero no doloroso, para ver mejor e impedirme parpadear.

De pronto vi una luz verde, tal que así (perdonad la cutrez, estoy con el ratón táctil del portátil):



Y el oftalmólogo, al ver yo esto, me dice:

- Esto es lo que se siente con el láser.

Y yo pensando que qué originales que te mostraran efectos visuales para explicarte cómo sería cuando me operaran con el láser. No me di cuenta de que ya me estaban operando con el láser hasta que el doctor me dijo:

- Estoy mirando a ver si rodeo el desgarro entero con el láser para asegurarlo bien.
- Ah, pero, ¿ya me está poniendo el láser?
- Sí.

Y yo flipando porque no me había enterado de nada. Él hacía un clic en un botoncito que tenía no sé dónde y la luz verde aparecía, y yo no sentía nada. Hasta que empecé a sentirlo. El cristal pegado al ojo empezó a molestarme cuando cambiaba la vista: "ahora mira arriba, ahora a la derecha, ahora abajo...". El láser empezó a dejarse notar también, primero una molestia sorda, luego más aguda. Ya temía el siguiente clic del botoncito y el tío seguía cada vez más rápido: cliccliccliccliccli, y a ratos yo me apartaba de los soportes para la frente y la barbilla sin darme cuenta, y él: "pégate, pégate", y me costaba un triunfo hacerle caso. Al final ya sólo pensaba en los soportes: "aguanta pegada, aguanta pegada". Y el dolor se estaba haciendo más agudo porque el tío no dejaba de quemarme en el mismo lugar del ojo, y encima se puso a apretarme el cristal más contra el ojo, y yo sólo pensaba: "pegada, pegada", y empecé a sentir revoltura de estómago. "Pégate, no te separes". La revoltura dio paso a un zumbido fuerte en mis oídos y a una sensación de ingravidez. El oftalmólogo se separó de la máquina, habiendo terminado, y me miró:

- ¿Te sientes bien? Estás pálida - me llegó su voz desde la distancia.
- Me siento como si me fuera a desmayar -dije.

Me ayudó a levantarme de la silla y me dijo que me tendiera en el suelo, y me levantó los pies poniendo un libro debajo de ellos. Luego se fue a por alguna enfermera: "Tengo una chica tirada en el suelo". Y todas flipando. Vino una a atenderme y tomarme la tensión, pero al ver que ya me sentía bien sólo me ayudó a incorporarme y nos reímos un poco comentando que para eso usaban los libros en la consulta.

La operación había concluido con éxito: el desgarro estaba sellado. Me mandaron a casa con gotas para los ojos y me citaron una semana después. En la siguiente cita, el día 5 de febrero, vieron que el fondo de ojo estaba bien y me mandaron a casa diciéndome que viniera para un control dentro de un año.

El miércoles 10 de febrero ya tenía mi visión normalizada y todo parecía haber quedado en un susto.